Thursday, November 11, 2021

Patinetas y patinetos

Resulta incompleta la crítica hacia el mundo del skateboarding cuando sólo se toma en cuenta el aspecto deportivo y el estilo. Existen debates en la cultura popular del skate sobre como deberían de ser las patinetas y los skateparks. En cuanto a lo social, la auto crítica del skate es muy pobre, se limita a la estética y a los lugares donde se practica el skate. Algunos pretenden ignorar (por inocencia o deliberadamente) que el skateboarding al igual que muchas otras cosas ha sido absorbido por el mercado. Este último vuelve más accesible las cosas: ahora la experiencia del skateboarding llega a casi todo el mundo. Pero también es una realidad que todo lo que toca el mercado eventualmente lo pudre en significado. Tampoco se trata de recurrir a la añoranza y a la melancolía típica del "patineto" de los 90's, que sin importar que suceda en la actualidad este siempre responderá que en sus tiempos el patinar se hacía por amor y no por una razón económica. Es cierto en los 90's no había sueldos por patinar como los hay ahora, habían regalías por las ventas de determinados artículos pero no salarios como los que ahora perciben algunos patinadores profesionales. Los tiempos han cambiado pero la autocrítica por parte de la comunidad skate parece que se evapora con el paso del tiempo. 

La ausencia de olas y el buscar ese continuum placer de deslizarse fue pauta para el surgimiento del skateboarding. La variedad de diseños en las patinetas hace evidente que hubo más de una perspectiva en cuanto a esta actividad. Surgió la patineta como medio de anarquismo, de protesta, de desdibujar los límites de la propiedad privada con fines lúdicos, en sí como un escape no sólo del océano y sus ausentes olas sino de la realidad misma. Hoy en día ya no hace esto sino que se funde en el crisol del mercado. 

Así como sucede en el surf, la actividad atrajo a los tiburones pero esta vez a unos diferentes, a los del asfalto, los de los negocios. Así el skateboarding y su popularidad dio apertura a distintas "marcas" que pretendían vender la experiencia de patinar con un rótulo específico. Si no había espacio para todos en el skateboarding primigenio, eventualmente se abrió en el mercado. Ahora tenemos marcas para la mujer, el deportista, para el borracho miado, para el artista, para el rebelde, para el adrenaline junkie, para el rockero, para el hippie, para el amante de los animales, para el transgenero,  en fin la lista es larga. Curiosamente lo que diferenciaba a uno de otro era su supuesto "estilo". Lo evidente sería que el estilo hace referencia a los trucos que hace un patinador y como los hace, pero no, la comunidad de patinetos también considera en sus juicios del estilo las cosas que se patinan, las arquitecturas en las que se desliza el o la skater (o el pronombre que se elija, no importa, el mercado tiene para todes). 

Pareciera ser que la actividad abarca un sin fin de posibilidades, convirtiéndose en un referente de divergencia social. Sin embargo, vale la pena cuestionar: ¿Qué tan divergente es el skateboarding?  Lamentablemente no mucho, veamos por qué. Los actuales profesionales de la patineta son así nombrados por una empresa que toma en cuenta la popularidad y el trabajo del individuo como patinador. Estas empresas o marcas son las que deciden quien es profesional, quien tendrá su nombre en una de las piezas que conforman la patineta. Aparentemente las magnánimas empresas deciden objetivamente quien se vuelve "pro" y quien no, pero no es así. Al estar inscrito en el mercado, el skateboarding no escapa de la lógica que ahí rige. Las patinetas que son "pro model" se venden a un precio mayor: es necesario pagar por la elección del arquetipo de nuestra preferencia. Al ser este el elemento de mayor valor económico para la marca, esta lo procura, lo cuida, trata de no agotarlo. Por eso las marcas no convierten en profesional a nadie, solamente regulan la oferta de sus "pro models" con base a la demanda, con el único objetivo de no saturar su mercado. Por más bueno que seas en la patineta puede que jamás seas profesional si esto no lo decide una marca. Esta búsqueda de validación existe en otras esferas de la vida y en una era donde el mercado absorbe casi todo aspecto de ésta, todo se reduce a si se consume o no determinada cosa. 

Los nuevos empresarios del skate notaron este fenómeno por lo que decidieron trabajar en generar patinadores profesionales. Este ejercicio se toma como un supuesto apoyo, que lo es en parte pero no deja de ser una estrategia de mercado. Ningún empresario de ninguna clase se arriesgaría a implementar alguna estrategia sin saber antes que esta le va a remunerar en un futuro. Los patinadores celebran estos nombramientos con sus camaradas de maneras muy particulares, con una especie de fiesta sorpresa. El anarco patineto recién hecho pro responde a esto con un: mientras pueda seguir haciendo lo que amo, no importa, de todos modos todos nos vendemos. Es más fácil aceptar el lema neoliberal del individualismo que sugerir una alternativa de colectividad lúdica, así de "divergente" es el skateboarding socialmente hablando. 

Los colectivos skate abundan actualmente, estos eligen sus nombres basados en una supuesta irreverencia jocosa o alguna frase pegajosa. Lucen como si lo único que les importara fuera divertirse con sus amigos, como si en realidad no procuraran establecer las bases de un negocio. Apoyar a estos colectivos y no a las grandes marcas así como comprar local son algunas de las frases que utilizan los nuevos patinetos alternativos... como si esto fuera en verdad una propuesta para salvar la supuesta pureza del skate. 

La llegada de nuevas tecnologías audiovisuales cambió la forma en la que se divulga el skateboarding, de un video cada año o medio año pasamos a "insta historias" diarias donde los patinetos muestran su supuesta "skate life". Esto transformó también la idea de arquetipo, de un inalcanzable internacional a uno local. No importa a cual nos consagremos, no importa de quien decidamos copiar el estilo ni a quien le demos like; tampoco importan los gráficos en la madera, los diseños, las firmas, los trucos que hagan, los spots que patinen, el país de origen; lo importante es que pase lo que pase consumamos, que sigamos comprando. Actualmente el skateboarding es una actividad económica más que un deporte, más que un estilo de vida, más que una supuesta filosofía de vida. El mercado lo absorbe por completo a la par que a los movimientos sociales. 

Pensar en una patineta que dure más sin sacrificar la seguridad del patinador, pensar en un sistema de ayuda mutua para los que quieren iniciar a patinar y no tienen como, pensar en divulgar sin vender, pensar sin marcas son ideas poco populares entre los patinetos. La hegemonía dominante se ha encargado de controlar esta actividad, de legalizarla e incluso de volverla un deporte olímpico. Algunos brasileños promulgan "que el skate se vuelva ilegal otra vez" y con mis reservas, acepto su propuesta, si por ilegal entendemos no corporativo ni empresarial, no sujeto a las leyes de mercado, no institucionalizado. 

El skateboarding ha tenido grandes cambios en todo sentido pero sin duda el que lo haya absorbido el mercado es uno de los más grandes y menos criticados. Pasamos del 900 de Hawk al 1080 de Khury a sus 11 años. El prestigio de un truco ya no existe, ha surgido una gran diversidad de estos así como de los patinadores que los realizan. La excesiva creatividad del skateboarding no compensa la nula acción autocrítica de este. Lo común en la comunidad skate es que todos consumimos y que todos perseguimos el individualismo impuesto por las empresas. Esta actividad tan rica y tan llena de emociones vale la pena preservarla pero fuera de una lógica de mercado. Vale la pena romperse la cabeza no sólo haciendo trucos sino pensando nuevas formas de mantener las actividades lúdicas que tanto disfrutamos.

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