Sunday, November 21, 2021

Preguntas sobre la muerte

 Estamos aterrados por morir...

Sabemos que un buen día va a pasar, podría ser ahorita mismo si yo así lo deseará. Siempre es un buen día para morir. Mueren las plantas y las mascotas, así como muere mi ánimo por el conocimiento. Todo a nuestro al rededor es, existe, lo experisentimos. La muerte es algo que puedes comprobar. Matando una mosca, intoxicando con veneno especializado a un mosquito, aplastando una cucaracha en la cocina. Nada se resiste a la muerte. Ni siquiera las religiones se resisten a la muerte; en México, se hace cada vez más grande el número de seguidores de la Santa Muerte. Es algo que todos reconocemos, que sabemos que pasa, que pasará, que nos pasará, que me pasará. Entonces, ¿por qué no sabemos morir? Incluso existe una disciplina en desarrollo que nos enseña a morir, la tanatología. La tragedia es el mercado de trabajo de estos técnicos en morir. Le enseñan las técnicas del "dejar ir" y de la aceptación al futuro difunto y a los familiares de este. ¿Qué técnicas son estas? ¿por quién fueron legitimadas? ¿hay tanatología por regiones? ¿importa donde existió la persona? ¿Quién le enseñó a morir al técnico en muerte? ¿y a su maestro en muerte? ¿Cómo se aprende a morir? 

Será la última cosa que hagamos en esta vida, morir. No importará si nos evalúan bien o no. Si repruebo o no en mi competencia al morir. Ya no va a importar ninguna de esta convencionalidades. Entonces pregunto ¿por qué no sabemos hacer esa última cosa, que todos los organismo vivos haremos algún día? Y hablando de organismos vivos ¿Cómo mueren los animales no humanos? La etología puede aportar algo de luz a esta última cuestión. El etólogo observa pacientemente el comportamiento animal, no en la clásica imagen del viejito barbón en ropa de camuflaje, no; más bien el que observa la grabación de un determinado ser vivo en la pantalla por horas, por días. Este se limita a un riguroso ejercicio de descripción de lo que sucede, se consagra en su interior al ideal positivista, pensando que sólo describe la realidad objetiva; que él ni su subjetividad intervienen en la observación y descripción. De cuando en cuando observa animales morir, tal vez analizando las causas, si un depredador le arrebató la vida o si murió de inanición. Apunta estas en un diario de campo, es una recopilación de datos, no es un funeral. El etólogo reconoce la acción de morir por parte del animal. Algunos se dedican a observar estos procesos de muerte. Las cámaras digitales hacen posible un time lapse, de como los cadáveres de animales se reincorporan lentamente a la tierra, agregando nutrientes al suelo, propiciando que crezcan plantas, que se alimente otro animal con ellas... otro más que algún día morirá y repetirá el proceso.

Hemos olvidado como se muere uno, pero aún así quedan remansos de esto en nuestra ideología sobre la muerte. Los rezos repetitivos y prolongados, ahogados en llanto, que pretenden purificar a la persona de su vida pecaminosa, emulan al animal que huele y rodea a su congénere muerto, emitiendo sonidos diversos, similares a un llanto, a un quejido. A partido, se ha marchado, pero ahí sigue. Lo mueve un poco, lo lame, lo huele, lo mira. No lo traslada a otro lado, no construye algo para depositar el cuerpo difunto; no tiene que pagar una mensualidad para que no echen a la fosa común a su amigo que murió. El proceso empírico es más que suficiente. No he leído algún diario de la muerte de ningún animal, me inclino a creer que no podría existir tal cosa (espero la tecnología moderna nunca cometa la estupidez de intentarlo). No se que piense el animal al abandonar el cuerpo de su congénere. No se porque no vuelve cada año y le lleva flores. 

El animal no humano sabe morir, no lo hace estoicamente, ni con base a los procedimientos del Bardo Thodol. Simplemente muere porque simplemente vive. Pero vayamos más lento. Antes de preguntarme ¿por qué no sabemos morir? debí haber preguntado ¿sabemos vivir? ¿vale la pena vivir la vida o no? cuando se responde negativamente a esto ¿es por qué el que respondió la pregunta se pone de acuerdo con sus ideas y entonces decide vivir? ¿nos hacemos en algún momento de nuestra vida esta pregunta? Para Camus este es el único problema serio de la filosofía. Camus murió en un accidente automovilístico, no tengo idea si sabría o no morir el buen hombre. Recurriré a ayuda más contemporánea, más popular, una más conocida por todos. Que tal el capitalismo, lo más vigente e innegable. 

El fetiche que tiene el capitalismo con el crecimiento indefinido es evidente. No tiene un freno para este, el crecimiento económico es lo más deseado por este sistema. Esta falsa proyección de infinitud es similar a la que ofrecían las religiones, que abrían las puertas al infinito reino de Dios, así como Walmart abre sus puertas automáticas al infinito mundo del consumo. ¿Tiene algo de malo el esparcir las ideas de infinitud entre nosotros? ¿para qué son necesarias? ¿de qué me sirve el infinito en un mundo finito? Las aplicaciones matemáticas son una de las respuestas; otra también sería la utopía, alejándose los mismos pasos que damos para alcanzarla. Este sentido de perfectibilidad lo encuentro también en el humanismo, con su proyección de hombre vitruviano, de infinita mejora, en su eterna misión de perfeccionarse para el contentillo de Dios. Sin embargo, además de toda la espiritualidad o función que cumpla lo infinito, nos aleja de esa última actividad en la vida, la finita muerte. Aprender a morir se ha convertido en aprovechar el mes del testamento, en hacer tanto dinero como se pueda en vida, invertir en buenos productos o modelos de negocio; todo con la intención de dejar una buena herencia. Incluso la muerte queda subordinada al capitalismo: en los hospitales particulares, nacer es tan caro que es más barato morir. 

¿Cómo saber vivir en estos días? Dentro del paradigma socio económico capitalista, el saber vivir se juzga sólo desde el factor económico. Aprender a vivir de esta forma no es factible para todos, después de todo, en esta economía deforme, global y vertical, alguien tiene que lavar los platos sucios, limpiar los baños, recoger la basura e incluso vivir en ella. El saber vivir bajo estas condiciones implica desarrollar patologías, enfermedades, destruir el sentido de comunidad, por una excesiva competitividad individual. Para la mayoría de los que habitamos la ciudad, los pobres, no sabemos vivir así. Y que mejor, porque esto hace evidente lo irracional del capitalismo, lo necesario de otro tipo de formas de organización humana. En este régimen corporativo, las empresas nos ahorran la tarea de pensar y hacer. Si no sabes quien eres, no importa, se te venderá un paquete básico de personalidad, con un catálogo amplio de posibilidades: personalidades prefabricadas, que sólo en la ficción es posible que funcionen. 

¿Qué ejemplo podemos encontrar, que no sea del club de Toby del humanismo, que no sea el realismo capitalista, que nos aporte algo al saber como vivir y morir? Me dirigiré más atrás en el tiempo, a las sociedades tradicionales, a los Sioux que habitaron Mesoamérica. La filósofa Karen Warren lo describe de la siguiente manera:

Tras abatir al animal con un flechazo, sin matarlo, hay que tomar la cabeza del animal entre sus manos y mirarlo a los ojos. Los ojos son el lugar donde se halla todo el sufrimiento. Mira en los ojos de tu hermano y siente su dolor. Luego, toma el cuchillo y corta con fuerza debajo de la quijada, aquí, en el cuello, de modo que muera rápidamente. Y mientras hagas esto, pide perdón a tu hermano de cuatro patas por lo que haces. Ofrece también una plegaria para agradecer a tu pariente de cuatro patas por regalarte su cuerpo precisamente ahora, cuando necesitas carne para comer y ropas que vestir. Y prométele que tú mismo regresarás a la tierra cuando mueras, para convertirte en alimento para la tierra y para las hermanas flores, y para el hermano ciervo. Es conveniente que ofrezcas esta bendición al animal de cuatro patas y que, cuando llegue el momento, le correspondas tú con tu cuerpo de esta manera, tal como el animal de cuatro patas da la vida para que sobrevivas.

Estos cazadores imitaban con sus prácticas los procesos de la naturaleza. No podían ser enterrados en un ataúd porque no nutrirían el suelo. No podían permanecer deprimidos o tristes por largo tiempo, pues la generación de vida estaba implícita en el proceso de muerte. No retenían al muerto ni en lo físico ni en la espiritual. Los mundo hipotéticos que hay después de la vida, no sólo han servido para engañar gente, también dieron sentido a la vida de las personas. El proceso de descomposición y nutrición del suelo le recordaba a los Sioux que la vida en el cuerpo material es sólo temporal. No podían desear que volviera a ellos, pues su congénere muerto ya estaba atendiendo otra realidad, una más amplia. Los procesos de vida y muerte en estos antiguos pobladores funcionaban en sincronía con su entorno, con su mundo circundante. De alguna manera también los nuestros: una vida de dolor, represión y confusión, conlleva una muerte similar. 

¿Qué podemos extraer de todo esto? Para empezar, evitar una falsa personalización del problema y por lo tanto, un sentimiento de culpa y tristeza injusto para el que se queda aquí. Reclamar a la gente que no sabe dejar ir, que necesita entrenamiento en tanatología, no es un juicio del todo sensato. Es necesario cuestionar las estructuras sociales que soportan el sistema, así como su fuente de legitimación. Lo principal y más importante es no lacerar la mente. La depresión y la tristeza son condiciones muy convenientes para el capitalismo, ya que mantienen rendida la población hacia el consumo indefinido como puerta de salvación y de vida. Sin duda el pensar como los Sioux, que todo es parte de un gran ciclo de vida y muerte, nos ayuda a sanar esas auto laceraciones emocionales. Dejar ir no porque tienes tú mucho que hacer en la vida y ocupas funcionar bien. No, más bien dejar ir porque la otra persona atiende ahora a una realidad más grande, la del todo, la de la talidad y la unicidad. 

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