Wednesday, May 4, 2022

“Monstruo capitalista” o transformación sin crítica.

Seguido discuto con mis compañerxs de clase sobre el uso de los términos "Capitalismo" y “Neoliberalismo”, así, con mayúscula. Estos están sobre explotados al grado que han quedado desprovistos de un significado real o útil. Me refiero al uso coloquial de estos, donde salen a relucir como explicación (o más bien resignación) final de las adversidades e injusticias que vivimos en nuestra sociedad. Frases como "el neoliberalismo cambió el sistema educativo", "somos esclavos del capitalismo", "el capitalismo provocó el calentamiento global", etc. ¿Qué sigue después de estos enunciados? ¿Hay una solución, o una propuesta? ¿Se profundiza sobre a qué nos referimos por capitalismo y neoliberalismo? o ¿Detenemos el análisis (cómodamente) en el sistema socioeconómico? 

Usar estos términos como desenlace o explicación final, no sólo los reafirma, sino que deja una sensación de incertidumbre, de impotencia, de neutralización de la posibilidad. El insistente uso de estos conceptos parece estar asociado a cierto vicio dicotómico, una especie de negación de la era postideológica. Estas abstracciones conceptuales pretenden hacer referencia a la estructura de la civilización humana moderna. Hablar de estructuras constituye el primer paso para abordar la complejidad de la realidad que vivimos (resistiendo a la tentación de usar la palabra neoliberalismo).  Estructuras como un librero, una alacena, una construcción arquitectónica, pueden explicarse en términos de sus materiales, geometrías y usos. Me refiero a otras estructuras, las que no se reducen solamente a la materia o la función que estas cumplen. 

Estas describen cómo están organizados los elementos de un sistema, así como las relaciones y dinamismos entre estos. Al plasmarlas por escrito, estas estructuras se visibilizan, como las políticas públicas y constituciones, organigramas o partituras, por mencionar algunas. Estas requieren de actores materiales, pero su funcionamiento no es tan fácil de evidenciar (cómo cuando observamos un objeto y lo identificamos de inmediato haciendo uso de la geometría). La filosofía nos puede ayudar a entender estas estructuras. El filósofo francés Gilles Deleuze da cuenta de estas, proponiendo una interesante categoría ontológica llamada "virtualidad". No se refiere a la realidad virtual que encontramos en las tan familiares simulaciones digitales, sino a una virtualidad real, que es un componente vital del mundo objetivo. La realidad, de esto que llamamos lo virtual, es precisamente estructura. Con esto Deleuze nos recuerda que hay que evitar dar a los elementos y relaciones que forman una estructura una "identidad"/"personalidad" que no tienen. Mejor sería enfocarnos en extraer de estos elementos y relaciones, una realidad que sí tienen.  

No es sólo una cuestión purista del uso del lenguaje y de los conceptos, cual capricho de un filólogo. Se trata de estudiar dichas estructuras, dirigir la atención a estas, no sólo en qué hacen mal o bien, sino en cómo funcionan. En los detalles de su funcionamiento, podemos encontrar pistas que nos guíen a nuevos cuestionamientos, a develar los supuestos "hilos del sistema". El concepto es para la filosofía, lo que el motor es para un automóvil. Ser crítico de los conceptos es lo que permite movernos en el mundo de la filosofía. Además de ser un deleite para la mente, esto nos permite entender cómo opera la máquina sociotécnica (sólo por usar una mejor abstracción que la de neoliberalismo). La estructura del sistema educativo, por ejemplo, no sólo se reduce a sus actores (el cognitariado, en palabras de Franco Berardi), pues estos parecen no ser dueños de sus proyectos y agendas, en la mayoría de los casos. No es que el neoliberalismo decide abandonar la filosofía, eliminando a la ética, la lógica, la estética y la historia de la filosofía en sus planes escolares, es más complejo que eso; involucra hablar de servidores públicos, políticas educativas basadas en conceptos sacros, no criticables, como “progreso”, “bienestar” y “desarrollo”. La filosofía prioriza el pensar, el diálogo y la crítica, algo imprescindible (y no sólo labor de unxs cuantxs) en los tiempos que atravesamos para entender y cambiar lo complejo, lo que no se ve a simple vista. La filosofía nos ayuda a retomar nuestra participación política, haciendo mejores preguntas y construyendo mejores conceptos. Renunciar a esto, significa que alguien más nos dicte la agenda, significa quitar al pueblo su capacidad de decidir de manera crítica.

 

 


CURP K9

 Todos los días al caminar por el vecindario me encuentro con perros a mi alrededor, me parecen animales fascinantes y hermosos, la mayoría ...